lunes, 26 de noviembre de 2018

Sasha y su primer Gang-Bang

El sexo es una trampa de la naturaleza para no extinguirse.                                                       Friedrich Nietzsche


Según ella, destilaba ambrosía como la de su icono Brigitte Bardot. Esperaba sentada, con su postura don't touch me y sin ropa interior. Observó de forma kinki el lugar; pensó en el CrossFit, el veganismo, el aleluya light, el sexo ecológico, el Kama Sutra, en su libro favorito Venus in Furs; pensó también en su expareja, un badboy con la mirada de lobo Amarok, hardrinking y junkie, quien en cierta ocasión le regaló un dildo con forma de cruz invertida. Intentó no pensar más en él —a fin de cuentas, al cabrón sólo le importó penetrarla por todos sus orificios; cero ternuras—; pero le resultó imposible. En su memoria brotó la frase Uno tiene que buscar a alguien de canon menor al de uno, para resaltar la belleza, que en reiteradas ocasiones él pronunció.        El maldito DDboy tiene razón, se dijo. Cuando está pedo yo luzco preciosa, pero su sobriedad me hace ver espantosa.         —Jodás, si creciste viendo Jersey shore, Sixteen and pregnant, Jackass, escuchando a Paris Hilton, y ahora resulta que querés ser una puta Kardashian… cométe un tambo de mierda— le dijo en cierta ocasión DDboy.         Recordó cuando él asaltó a sus amigas: salí con ellas del café a las 4:30 pm, yo las atraco en el parqueo, con un pasamontaña; y no te preocupés por tus cosas, te las voy a devolver. Recordó además el último mensaje que le envió por WhatsApp: Mirá, ahora sólo pienso en la persona de turno que me toca encontrar.         Fui su perra, se dijo, y se le agüitaron los ojos. Luego se reprochó las lágrimas, sacó el smartphone de su bolso Hobo con detalles lencas, se tomó una selfi y la subió a Instagram junto a la frase Sexthing babe. Los followers, alborotados, le enviaron memes sexuales hasta que todo aquello acabó en aburrimiento; por otro lado, la escena le pareció un Déjà vu.        Leyó su horóscopo, miró la imagen del cielo estrellado en la App; quiso ser la luna y ser violada por todas las estrellas. De pronto intuyó que alguien se aproximaba, así que alzó la vista hacia los árboles de acacia, y resultó que sí, una silueta se veía a lo lejos, irreconocible. Bajó su rostro, sonriente, ocultando su oscuro libido, y gracias al níquel de la silla comprobó que la silueta que se acercaba era la de un hombre que llevaba puesta una corbata naranja, su color
favorito. Tomó el zippo y comenzó a jugar con la llama hasta que decidió encender otro cigarrillo.         Se encontraba en el Ducond, un lugar minimalista que ofrecía ese hermoso panorama. Descruzó las piernas para cruzarlas de nuevo y recordó a su padre; odiaba el hecho de llevar su mismo ADN; un papi hardcore que preñó a todas las empleadas que contrató su madre.         —Vos sos mi princesa maya. Quise llamarte Ixchel, como la diosa del amor— le dijo una vez.        Sin embargo, se convirtió en una mujer efímera y light, un serum del placer; sus piernas lesgeleven eran símbolos de estética moderna, sus ojos eran chispeantes y ardientes y su garbo destilaba arrogancia; sus pechos eran pequeños, pero de una circunferencia precisa, y su culo tenía la forma de una vasija china; ahora no era sino una depredadora sexual, una mantis que decidió jamás ser como su madre.        Terminó el cigarrillo y tomó un sorbo de agua. En ese instante pensó en que jamás había experimentado una doble penetración, así que sonrió de forma pícara, luego cantó, modulando su voz: You can talk to me/You can set your secrets free, baby/Dusty words lying under carpets…        Recordó a Valery, que fue su sweetheart en la escuela, una niña impresionable, pero ahora estaba fuck up, prófuga, con una orden de captura por asesinar a su exmarido —sólo Sasha sabe que ahora Valery sobrevive en el este de Europa trabajando como stripper—. Igualmente pensó en Stephan, a quien conoció por craiglist, en Miami, Florida, y que para aquel entonces colaboraba en la industria porno Evil Angel; Stephan era un tipo atrayente, pero a fin de cuentas un tipo que le hacía recordar al desgraciado de su padre, era una versión kaputt superhedonista, con técnicas para dominar la sexualidad extrema no convencional. Con el tiempo se volvió director de cine porno, y creó un género al que denominó Gonzo Caníbal.        Cuando lo conoció, Stephan llegó a la celebración de los AVN llevando de la cintura a dos rubias de origen germano. Se acercó a la pista de baile y comenzó a menearse como Cantinflas, entonces miró a Sasha, que mordía la pajilla del Martini.         —Sin rodeos, muñeca: ¿Te gustaría hacer un Gang-Bang?        Stephan pudo preguntar, ¿Sos estúpida? Y Sasha habría dicho que sí. Las feromonas del ambiente la cegaban, la taladraban. Stephan la tomó del brazo y la llevó hasta la pista de baile, donde ella demostró ser mejor moviendo el culo que las alemanas.
       —¿Hablas alemán?— preguntó Stephan, hablándole al oído.         —Me gusta todo lo white trash— dijo ella, alegre. —Alle wollen nur, dich zähmen, amour amour…        Horas después, Stephan le explicó de qué iba la escena.         —Primero, se la chuparas a todos. No importa el orden, eso es cosa tuya; pero eso sí, escupe los penes, juega con tu saliva— dijo Stephan, haciendo movimientos de director de orquesta—. Segundo, di cosas obscenas, sucias…          El discurso de Stephan se estancó por el ring-ring de su smartphone. Cuando colgó, miró cómo el tipo negro, el más corpulento, tomó de la nariz a Sasha y le dijo:         —Descuida, es para que caja toráxica se expanda.        —Sí, descuida. Él es quien tiene la cock más grande del reparto— dijo Stephan al ver el agravio en el rostro de Sasha.  —Ah, recuerda que te van a dar por el culo— prosiguió, y luego cogió de nuevo el teléfono.         Sasha miró en el espejo sus ojos ardientes, sus pechos; tomó uno de ellos y lo lamió. Recordó los días en los que los chicos de su escuela le subían la falda, sus rostros al ver su ropa interior. De nuevo pensó en Valery, en las bromas que le hacía; en cierta ocasión contrató servicio de strippers, los que a fuerza la metieron en una camioneta y se frotaron en ella. Asimismo, desempolvó el sexo con DDboy, sumergidos en el bosque, al lado del árbol de jícaro. En aquel entonces para ella todo aquello era sexo ecológico.         Se despegó del espejo e hizo un pequeño performance: tomó la pequeña botella de agua y trató de meterla hasta su garganta; pronto se dio cuenta de su estupidez y se trató de naif; estaba ebria.         —Ok, es hora, Sasha— dijo Stephan cuando entró al camerino, como un rayo.        Estaba nerviosa, como cuando su padre la encontró en su habitación chupándosela al ex de su hermana mayor. Ella terminó la discusión con su padre gritándole: soy como vos.        Salió del camerino, maquillada por su cuenta a falta de estilistas. Eran seis los cabrones que la esperaban mientras se frotaban sus miembros, ansiosos.         La cámara comenzó a rodar. Sasha musitó, gritó, volteó los ojos, maldijo a los dioses con su rostro de daño y placer; pedía más, más y más, y por un momento olvidó la cámara y gritó: ¡Gracias, Stephan! La cogían del cabello y le gritaban: ¡Chúpala, perra! Hasta que todo terminó cuando todos vertieron su milk sobre ella; sintió los chorros en su boca y enseguida creyó que la viscosidad era un néctar sagrado;
hizo gárgaras. Pedro, el camarógrafo, hizo zoom a su rostro y ella tragó la esperma, sonriendo como una niña inocente.         Su primera escena porno fueun Gang-Bang. Le resultó inevitable sonreír como una niña caprichosa. El tipo con el cock más grande, luego del rodaje, le murmuró algo al oído.        Una hora después, luego de una larga ducha, se dirigió al Ducond. El éxtasis en ella era profundo, no había regrets, ningún dios definido o modificado; no había hardfeelings. Miró a una pareja entrar al lugar, sonrió y corroboró la hora en su reloj Givenchy. Drei minuten von acht, se dijo, y su corazón se aceleró al ver la proximidad del tipo de la corbata naranja, el negro con el miembro más grande.        —Wie geths?— preguntó él.         —Serh gut— dijo ella, alegre.