viernes, 4 de mayo de 2018

Oscuro refugio








Oscuro refugio
Que las pesadillas no perturben mi sueño. Ni me moleste el Poder de las Tinieblas.
 «Himno de vísperas»
Recuerdo muy bien ese día: estaba tirado sobre un charco de agua, sentía la rara vegetación que suele posarse en el cieno; golpeado, maloliente, ebrio y sin nada en mis bolsillos, y sobre todo nada porqué luchar en mi vida. Al abrir los ojos, observé la luna en su cuarto menguante, alcé la mano y la dibujé con el dedo índice, cada trazo me recordaba los pasos desvencijados de mi vida. Pensé en Lovecraft y su celebridad casi nula, dije Abdul como tributo a él, cerré los ojos y activé el gps de mi cerebro para buscar un mantra que me sacara de ese angustioso abismo existencial. De pronto, me recorrió una euforia al escuchar su voz decirme:
Vamos. Levántate, y sentí el intenso viento mecer mi cabellera.
Abrí los ojos, su voz era sinfonía angelical, sonreí, y me levanté del charco de donde estaba. Reconocí la voz, claro que sí, era mi exmujer recién fallecida víctima del cáncer, fue un duro golpe de la vida, muy joven para ambos, muy injusto, después de la lucha con esa enfermedad, por fin se marchó a su santo descanso, el mundo es una porquería, me solía decir. Tenía ideas estúpidas como volverme terrorista, irme a Dar es-Salaam, pero no las pude realizar, ya que me volví un libertino, mi barba y mi cabello largo ocultaron el hermoso ser que un día fui y la bebida arrasó con todas mis ilusiones y porvenir. Me alejé del sentimentalismo, especialmente de mis conocidos y me hundí en el fango de las personas que tenían semejanzas a mi dolor; desaparecí, me volví un fantasma, a veces recordaba cosas hermosas como cuando a mi querida le gustaba bucear en aguas abiertas o hacer kayac en Punta Izopo, o tomar fotos después de la lluvia… qué dolor. No  hablaba para nada de eso, tal vez balbuceé en alguna borrachera, pero nada más. Su voz siguió repitiéndome “vamos, levántate”, era como si ella me invocaba en el más allá.
Oh liebling ¿dónde estás?, pregunté angustiado y luego grité: ¡Dónde estás! Sollocé, vi hacia el charco y descubrí su hermoso rostro diamante sobre la luna.
Ahh, qué será de mí, me dije y agregué: Solo esto me faltaba, un enemigo más para joder mi vida… la locura. Me arrodillé, volví a cerrar los ojos y sentí el viento desabotonando mi mísera camisa, mi interior percibió una extraña presencia energética, era agradable, la imaginación me hizo creer que por fin ella venía por mí, sonreí y sólo pude murmurar por fin seremos uno.
Entonces sentí una mano áspera sobre la frente, alguien hablaba en una lengua que para mí era como si dijera las palabras al revés, pensé, no sé por qué, es algún antepasado de mi padre, quizás por el tono casi perfecto de entonar las palabras.
Por fin he muerto –susurré–, por fin, he sido liberado de esta hondura y de este sufrimiento, pero me sorprendí al escuchar esa amable voz exclamar en un modo poético:
Es solo parte de la enseñanza del destino pasar por esto… mira qué bien, veo que tienes buen karma, buena alquimia, entregaste todo por Eliz, estuviste ahí… tienes una estirpe especial, tus hijos sí cambiarían el mundo.
¡Está loco! –repliqué–, no ve que solo soy un pobre alcohólico.
Jajaja, eso es lo que te hacen creer… te volviste un juguete de la rabia, de las tempestades de la debilidad… sigues vivo, como te digo, eres un buen tipo, ¿sabes?, el mundo está arruinado por todos esos antepasados que obraron mal, y se les maldijo con que sus descendientes mutarían el castigo, pero esta pobre gente no entiende: vinieron a este mundo como reses casi muertas…
Hizo una pausa y el tono de su voz cambió a uno más grave que me estremeció:
¿Eh?, tú tienes algo inmaculado, levántate, déjame entrar en tu alma y te ayudaré a componerla, ¿qué dices?
Qué más da… estoy tirado en un charco de una avenida donde alguna vez fui una estrella que irradiaba alegría… entre locura y lléveme…
Sonrió y, bajando el tono de su voz, dijo:
No soy la locura, digamos que no eres apetecido por la locura, jeje… solo digamos eso…
Está bien, entre… no tengo nada que perder ya, Ibbur.
No soy un Ibbur… ni un Dybbuk… no eres un judío jeje.
Medité mucho sobre el asunto. La verdad yo quería morir y reunirme con Eliz, mi vida sin ella no tenía un sentido. Recordé los momentos de felicidad con ella, siempre fiel, siempre todo por ella, siempre distante a las tentaciones, recordé también las incitaciones de las chicas, obvio al final eran succubus, me tentaban con frases “eres un buen novio”, “wow, es increíble cómo la quieres”, “¿te gustaría ir a cenar?”, frases que iban disfrazadas por oscuros deseos, pero lo entiendo. Sabía que la raíz de todo el mal de aquí o del mundo se basa en cosas que nuestros antepasados hicieron, somos el producto de su avaricia, ignorancia y maldad.
Miré hacia el firmamento, sentí una lágrima pasear por mi mejilla, y grité: Entre ya. De súbito sentí una paz reconfortante, ya todo lo miraba desde una especie de cabina, no sé por qué me recordó al cine. Era muy agradable y tenía un silencio perfecto y sereno. Pensé “es Dios”, y entré en un letargo casi hipnótico, sentí que me apagaron, o me apagaron mi cerebro. Dormí no sé por cuánto tiempo o por cuántos años, décadas o milenios, pero sabía que había dormitado por mucho tiempo, desde ese confort me vi por fuera, me miraba muy joven, por dentro solo podía pensar que era un demonio o vampiro, ¡oh!, los sueños eran hermosos y santurrones, digamos que todo iba bien hasta que Eliz aparecía en mis sueños. Con aspecto lúgubre pasaba sobre mí y me recordaba cómo era yo después de perderla, un ser tosco, misantrópico, borracho y oscuro, también me mostraba como en un proyector cómo conocí aquella extraña presencia, y siempre que me comunicaba con ella Eliz me gritaba: A lo lejos, solo a lo lejos.
Ahora era un ser extraño, muy respetado y admirado, tenía fortuna y las personas decían con alegría sabíamos que cambiarías, siempre fuiste muy inteligente.
Mi aspecto había cambiado y mi corazón estaba modificado, pero sentía un demonio danzar y embriagarse sobre mi corazón, éste se embriaga cuando las personas superficiales, salameras, mundanas y traicioneras, me detenían por la calle a conversar, cuando tenían mi atención, en ese instante todo cambiaba, a tal modo que me recordaba aquel tipo solitario y hundido que fui. En esos estados en que mi corazón era abrigado por ese demonio, eran pocas las cosas que tenían mi atención, sobre todo las personas de buen corazón; era un programa diabólico, un frankestein, una especie de animal espiritual y biomecánico, siempre le gustaba silbar y cantar, siempre lo hacía en mis cumpleaños, y me decía de una forma burlona: la eternidad es aburrida e infernal, pobre iluso… y en ese instante anhelaba volver a aquel charco, pero en esta dimensión o neurona donde habito no existe el tiempo, ni los lamentos, ni las lágrimas, solo los recuerdos… Oh Eliz, oh Eliz, ¡nunca imaginé que el diablo se había enamorado de mi ser!