lunes, 14 de noviembre de 2016

#undiosunderground



I was looking for some action But all I found was cigarettes and alcohol. 
You might as well do the white line Cos when it comes on top..
 You gotta make it happen!
 Oasis, “Cigarretes & Alcohol”

Llegamos. Entramos por la parte trasera del hotel; queríamos evitar los fastidiosos flashes. Ellos —los paparazzi— querían estar al tanto de todo. Al principio era pijudo, pero después se convierte en un dolor de güevos. Nada de normalidad en ciertos lugares, nada de perder el control. ¡Por la gran puta! ¡Soy un humano! ¡Odio toda esa mierda de socialite celebrity! Observé la piscina. En una de las estancias celebraban una boda. Jolgorio y elegancia. Entonces una chica me llamó por mi nombre. Me volteé, miré su sexi vestido, con detalles de transparencia y encajes, abierto hasta las rodillas. La saludé; aunque honestamente no la recordaba. -Te acordás de mí-, preguntó, nerviosa. Instintivamente ArtikBoy se me acercó igual que un asesino y susurró -Es Silvia-. ¡Ah! Silvia, dije, entonces ella se marchó, dejándome la imagen de su cabellera negra y sus zapatos de estampado animal. Puede que la marca fuese Yves Saint Laurent. -Andabas pedo cuando la conociste-, dijo ArtikBoy, muy serio. -Sino vas a cumplir, no prometás. Hay que ser parejos en esta vida-. Ni idea, expresé, y empujé la puerta estilo victoriano que siempre me hizo recordar las tabernas irlandesas, exactamente The Stag’s Head, así como también pensé que mi vida además de loca, era compleja. Caminamos hacia la barra. Recordé la vez en que ArtikBoy ganó en la royal flush. Qué día más loco, me dije. ArtikBoy llevaba puestas sus botas Dr. Martens de nueve pulgadas y su camisa Beautiful War. Sonreía mientras encendía un cigarrillo, sintiéndose quizá un bad boy de los años 60. El bar del hotel, llamado La Bohème, estaba abarrotado. La tenue luz hacía en mí funciones terapéuticas. De repente me sobresalté al ver a Reina, que desde un rincón nos miraba sonriendo. Era la única persona que nos conocía y muy bien. Rápidamente me tranquilicé. ArtikBoy se adelantó, pero no sin antes decir con su voz chillona que buscáramos nuestra mesa. El bossa nova me alegraba, especialmente el cover de Oasis, I was looking for some action but all i found was cigarettes and alcohol. La chica que cantaba lo hacía muy bien, lástima que su collar tenía un diseño barato, era estilo caja de zorro y no armonizaba con sus aretes  redondos, no le daba profundidad a la parte inferior de la barbilla; no obstante, lucía un tanto hermosa, su peinado me hacía recordar las películas porno de Anita Blonde.
Recordé a ciertos huéspedes, jóvenes como yo. Sus costumbres, por ejemplo creerse superiores, su tacañería al ir de compras, sus viajes placenteros o por mero negocio. ArtikBoy siempre decía que los huéspedes, precisamente los alemanes, eran pijas de tacaños, también que deseaba que las alemanas gastaran todo su dinero en él, en una gran aventura, sumergidos en tóxicos y rituales de sex simbol tropical, que algunos argentinos eran unos culeros fresones, que caminaban en chancletas y sin ningún centavo; pero que pasaba por alto sus miserias solo porque era full hincha del Independiente de Avellaneda. Definitivamente, en cuanto a huéspedes, ArtikBoy estaba al tanto de todos los pormenores, pero sus favoritos siempre fueron los gringos, canadienses y británicos, porque les valía derrochar sus dólares y libras esterlinas en todo tipo de drogas. Ante ellos y bajo esas circunstancias, Ángel ArtikBoy era un sol tropical, pero frente a los meseros hondureños era un junkie tedioso e insoportable, “Mi kawama está caliente, pendejo”, “¡Mirá este trago, echále más hielo, por la gran puta!”, decía con frecuencia.
Un día conoció a una milf británica en el bar del hotel. Se ofreció a darle un tour por Tegucigalpa. Me relató que primero fueron a los bares más cercanos, que a petición de ella bebieron unos tragos llamados Semen del Diablo, y que entonces, poco después y de repente, el mazacuate se le paró. Ella pidió otra ronda, y después de ver el bulto en su pantalón, le sugirió que fuesen a otra parte. -Fuck, esa maje es el Diablo-, señaló, luego me contó que para que la rubia supiera que él era un tipo parejo y responsable le dijo que fueran al baño a echarse la criatura. -¿Cómo? ¿Criatura?-, dijo la rubia, contrariada. Entonces ArtikBoy comenzó a hacer muecas, como si estuviese esnifando, moviendo efusivamente las nasales. Aclarada la duda, fueron al baño y esnifaron. Después comenzaron a salirse de sus ropas y cogieron como animales. ArtikBoy me dijo que se sintió como un pornstar. Poco después se fueron a otro bar e hicieron lo mismo, luego a otro y a otro, hasta que la pasión fue disminuyendo porque el animal se estaba disipando. -Hay que ajustar más-, le dijo sin disimulos a la británica, entonces, después de hacer números en su cabeza, salió como todo un gigoló en busca de su divinidad. La británica, desvencijada, esperó a ArtikBoy en una cancha de básquet, precisamente en uno de los barrios más peligrosos de Tegucigalpa. -Mirá loco, ya en la madrugada la rubia me aclaró que cuando dije “criatura”, pensó que todo se trataba de un rito sexual, creyó que yo  era una especie de chamán-, me dijo, concluyendo entre sonrisas su relato. A mí, ahora, no me gusta casi nada pensar en lo que hacía, pensar en todas las personas que he conocido a lo largo de mi vida. Me aburre narrar mis historias a tipos que no saben quién putas soy.

Comencé a carcajearme como un maniático, luego enmudecí. Miré el collar de ArtikBoy, el tótem de jaguar maya. Le hacía ver exótico. Las extranjeras lo miraban con minuciosidad y decían ¡Wow! Entonces lo recordé muy bien, él me introdujo a los The Stone Roses, The Smiths, Joy Divison y New Order. Siempre me hablaba, además, de su lugar favorito en Manchester, de un antro llamado The Hacienda. Nos hicimos amigos muy rápido. Un día decidimos visitar Roa y exactamente una noche antes de partir, ArtikBoy ganó en la royal flush seis mil dólares. Así alzamos el vuelo. Uff, andábamos locos de tanta criatura. Defecábamos y lo hacíamos esnifando, comíamos y lo hacíamos esnifando; fueron días en los que nuestros latidos del corazón nos salían del pecho como relámpagos. Fuimos a Paya Beach, un resort nudista. Nunca había visto a ArtikBoy tan cagado como ese día, me recordó con su expresión el rostro de los tipos que están a punto de morir asesinados. Pensé también que quizá tenía una verga de cicatriz, o tal vez un solo güevo o más posiblemente, como decía una de sus leyendas urbanas: era hermafrodita. 
-Loco, ¿cómo vas a andar con el mazacuate de fuera?, loco, por la gran puta ¿y si se me para?, me va a dar pena loco-, decía el cabrón mientras se acomodaba el buzo de los Lakers de los años 90, regalo de su tío Pedro, su tío favorito. ArtikBoy siempre me hablaba de su tío Pedro, quien vivía en Los Ángeles. Me contaba repetidas veces muchas anécdotas, por ejemplo la vez que su tío Pedro llevaba el almuerzo entre su brazo y costillas cuando de repente un mulato enorme lo emboscó con su rottweiler, luego le arrebató el alimento, se lo tiró al perro y le dijo con “Don't eat the shit.” 
El tío Pedro le mandaba los gastos mensuales de lotería, diaria, casino y criatura. Era el culpable de que ArtikBoy fuera un adicto a los juegos de azar. En fin. Todos estábamos en pelota excepto ArtikBoy. Su buzo amarillo en combinación con su camisa blanca de mangas cortas, además del serigrafeado Cordero de Dios, le hacían lucir como un dealer del ghetto caribeño. Las chicas lo observaban, más que todo por el collar del jaguar maya. Según él, sus rasgos indígenas ante las extranjeras eran los más atractivos, y mucho más cuando se trata de una playa nudista. 
-Loco, mirá que buena está esa maje. Loco, puta, ¿Te fijás? Se te está parando el mazacuate
 ¡Loco! qué pija de mazacuate de negro…-, decía, expresándose con rotunda admiración...............
 #undiosunderground