martes, 19 de abril de 2016


Y todos los jueves

No dejo de sonreír mientras la miro. Me gusta la forma de sus ojos. Ella suele repetir que son neuroasiáticos. Vuelvo de nuevo mi rostro hacia al cielo. Las nubes me parecen una jauría de barcos. Es jueves, entre otras cosas. Los jueves son magníficos. Su madre no está porque sale pintarrajeada en busca de nuevos amantes.
     Continúo observando sus ojos. Sé que le gusta cabalgar sobre mi existencia. Sé que no le teme a los límites. Incluso su sombra parece un negro esqueleto arrastrándose en el suelo. Todos me dicen que sea cauteloso, porque ella suele embrujar a quien se le ponga enfrente, que es una malnacida. Yo no la veo así. Somos un par de jovenzuelos a quienes con solo rozarnos se nos revientan las hormonas.
     Según ella, yo soy el reflejo de muchos artistas. Sonrío, le pregunto qué piensa de la vida.  Todo esto es solo un picnic, me dice, Como dice la canción de Fobia.
     Me lanzo de una vez a la piscina. Siento que soy un tiburón. La vida solo es un picnic, me digo mientras emerjo, veo al cielo y los blancos barcos ya se han ido hacia la nada. Me rasco los testículos, floto en el agua. Lorenzo, ven, la escucho gritar, entonces salgo del agua y me recibe con una cascada de besos, muerde mis labios con intensidad y locura. “Asleep from day”, es lo que escupen los altavoces. Todo se vuelve una sensación maravillosa. Acaricio sus pechos, me parecen dos volcanes deshaciendo con su lava mi efímera alegría. Entre sollozos me dice que quiere estar conmigo. Yo también la deseo; es jueves, no hay nadie, el sexo es nuestra única droga.
     A veces me dice que escapemos a Guanaja tomando el ferry desde Trujillo, me asusto un poco, pero en el fondo sé que sólo bromea. Me pregunta si traigo preservativos. Respondo que sí, luego miro de nuevo las diminutas manchas por todo su cuerpo, ella no dice nada, entonces nos quedamos pensativos, abrazados, y pienso que desde que llegué al pueblo, hace más de una año, esas diminutas manchas han multiplicado. Sobre todo pienso en las palabras que a veces salen de su boca como pájaros, No volvás, buscáte a otra. Entonces me pregunto qué hago ahí, en ese séptimo jardín, incluso llego a pensar en lo que dicen los demás; creo que está endemonada y enferma, pero solo veo sus ojos por un instante y todo se resquebraja.
     Termino con mucha serenidad y alegría. Ella aún me observa con sus ojos pícaros. Me dice que todos tenemos diferente sabor, que sus novios anteriores sabían distinto.No añado nada a sus palabras. Me limito a observar su cabello negro, sus cejas arqueadas, su piel bronceada, sus ojos neuroasiáticos verdes. Te gusta la canción A song for the lovers de Richard Ascroft, le pregunto. Sentencia que sí.
     Sé que tiene frio, estornuda, está débil. No sé qué hacer. Imagino cómo sería vivir en la ciudad. Ver mujeres hermosas, ferraris, celebridades. Alexandria dice que en la ciudad podría ser modelo, que soy guapo. Ponte en pose pantocrátor y toma la foto. Sí, le digo que seré modelo y fantaseo con el glamour, la belleza y la moda. Parpadeo y siento como ese viento del séptimo jardín;  me destroza su recuerdo.
     Alexandria  ha muerto. Ahora soy modelo. No un modelo Dolce and Gabbana o Gian Padilla. Soy un modelo para nuevos medicamentos retrovirales.
     Es jueves. Recuerdo todos los jueves que pasé con ella. La recuerdo con mucho cariño. Sobre todo cuando me coloco el antivirus.


Dark Barahona