DON
TOÑO
De alto cedro voy para marcané
llego a cueto, voy para mayarí
El cariño que te tengo
no te lo puedo negar
se me sale la babita
yo no lo puedo evitar
Chan chan -Buena Vista Social Club
Eran las 6 pm todo indicaba que iba a ser una noche fría,
doña Katia tosía cada vez más fuerte, Don Toño se percató, miró hacia su reloj,
tomó un sorbo de café, y apagó el TV donde miraba un diferido partido de fútbol
de liga española. Se puso los zapatos, recordando que había sido un día muy
bueno,pero estaba cansado (fui cinco veces a Comayagüela y tres a las Lomas del
Guijarro; se dijo), entró a la habitación y exclamó:
–Katia voy a la farmacia a buscarte remedio para esa tos
(ella tosió). Un expectorante.
Don Toño, miró el 2340 (recordó cuantas batallas había
pasado con su taxi), abrió la puerta, entró, lo encendió y arrancó. Llegó a la gasolinera
y dijo:
–150 lempiras, luego le dio el dinero y las llaves.
–Ok Don Toño (dijo el amable jovenzuelo).
Pensó en su hijo alcohólico, el problema con su nuera, otra
borracha. Recordó la inocente sonrisa de su nieta; una muchachita que sufre por
el vicio de sus padres. Arrancó el auto, ignorando las palabras amables del jovenzuelo de la gasolinera, divagó en soluciones y
pensó en que a él y su mujer les va a tocar criar a su nieta. Después apareció
en sus pensamientos, su hijo mayor, un fiscal con mucha presión. Cada vez que su
mujer escuchaba sobre la fiscalía, se ponía triste y paranoica, ya que él había
tenido muchos problemas por crímenes sin resolver.
Detuvo el taxi y un joven le preguntó:
–¿Cuánto me lleva al mall?
–¿El que está en el camino?– dijo Don Toño.
–si– respondió el joven.
–100–
–Bueno pues– dijo el joven y abrió la puerta.
Arrancó y recordó cuando era joven, las vacas de su padre,
el sol del sur y la inocencia del campo. No había sido un “Don Juan” y nunca se
le había ocurrido irse para el norte (U.S.A).
El joven le dijo –los únicos que viven bien son los
políticos, nosotros comemos mierda, hemos pagado setenta y cinco mil millones
de lempiras a los quiebra bancos, quiere decir que podemos ir a asaltar un banco
y el sistema nos perdonaría rápidamente sin necesidad de pagar una condena,
calló y Don Toño vio que su expresión dibujaba enojo y dijo; –Es que nosotros
somos papos nos gusta que nos hagan mierda, Honduras esta jodida desde la
conquista, el conformismo y siempre esa mierda de emigración ha estado, siempre
huir a que nos traten como perros.
Don Toño cambió su expresión tosca a una expresión infantil
y solo pensó recordando a su hijo –que hubiera sucedido si mi hijo fuera así.
–Aquí no más señor, sacó el dinero y se lo dio.
Realmente que pensó que los únicos culpables de la
delincuencia del país eran los políticos, frunció el ceño y recordó la época de
los ochentas, los contras, los gringos y el día que compró su propio taxi.
**
Se bajó del taxi y avanzó con cuidado a la farmacia, entró.
Y una joven alta lo atendió, –algo para la tos deme– sentenció Don Toño y ella le
recomendó el mejor expectorante, pagó ochenta y cinco lempiras y salió pensando
que con esa medicina su señora se iba a sentir mejor.
–El
amor– pensó recordando su época de alcohólico, de los días en que su mujer y su
hermana lo iban a recoger a los basureros, sonrió de una manera pícara, eso le
hacía resaltar sus famosos chocoyos, –sí que era un cabrón– se dijo. Dobló a la
derecha, aceleró un poco luego frenó, vio que el semáforo estaba en rojo,
acarició su barba, el semáforo se puso en verde, y arrancó. No sabía porque
estaba pensando en su pasado, sentía que era una advertencia, recordó sus días
en el bote (cárcel), recordó también su apodo “el oso” y a su mente vino la
escena de la vez que deshizo su taxi, pero todo eso lo hizo ya cuando sus hijos
se habían convertido en hombres, parpadeó, recordó las tazas de café, el aroma
de los pinos, recordó también los domingos por la mañana con su madre, ella
siempre compraba el número venticuatro para jugarlo en la lotería.
***
Los
vio a lo lejos, miró que le hacían señales, pensó en irse pero recordó que no
estaría tan mal recuperar la inversión.
El más
chaparro le dijo con voz estridente.
–Vamos
al campo de la Kennedy–
–Campo
Larach, noventa lempiras– le dijo Don Toño sintiendo su acida loción.
La
pareja se fue atrás y el chaparro se fue en el asiento del co-piloto y él
comenzó a hablar.
–Estos
días están jodidos, el fútbol ya no lo es lo mismo, vale verga ser delincuente
o intelectual, los chepos solo joden a los pobres.
–Este
maldito pueblo esta jodido, puta estaba en la YUSA maistro y me deportaron.
Puta estaba tratando de ser un buen hombre, trabajaba,
mandaba
mi billete, pero los malditos gringos y este maldito pueblo me jodieron... Mire
a esos niños con resistol.
–¿Donde
están los derechos humanos?
–¿Dónde
está el gobierno?
–Le
digo que he comenzado a hacer mierdas que no me hubiera imaginado hacer, suerte
que jodí a varias gringas allá.
–¿Pero
no preñaste a ninguna?– interrumpió el tipo de atrás, y carcajearon.
–Man
no te imaginas estar con una puta de esas tenés que protegerte, porque si no
por lo menos un herpes te cae, y lo más duro es el SIDA o el papiloma humano
sentenció.
Don
Toño sonrió sintiéndose muy sereno y confiado. Sintió la suerte de estar con su
señora y que todo les esté saliendo bien, había tráfico, y la joven comenzó a
hablar, como si le faltara el aire.
–Nunca
me ha interesado irme a USA, prefiero irme a España, y usted maistro ¿alguna vez
intento irse algún lado?
La vio
por el retrovisor y le dijo –no, yo desde muy joven me casé y los hijos
vinieron y no tuve tiempo de pensar en esa tontería, este es mi país, y éste es
el único país en el que deseo vivir.
Lo que
mataba el silencio era la ácida loción del chaparro, ya estaba a punto de
llegar a su destino.
–Aquí
nomás déjenos, dijo el chaparro– y el individuo de atrás sacó un revolver, se
lo puso en la nuca y el chaparro le puso un navaja en su cuello.
–Mierda–
se dijo Don Toño, –tan bien que se miraban.
–Me
vivieron mierda– Hijueputas– se dijo.
–Dame
todo cabrón– le gritó el chaparro, Don Toño les entregó todo,
le
quitaron las llaves y las lanzaron al vacío, luego los tres carcajearon y
huyeron.
Don
Toño estaba enfurecido, como esos días fatales de verano, desarmó primero la
parte donde van las llaves del timón, buscó los cables con furia y al escuchar
el motor, sintió como el diablo se le metió y arrancó sintiendo que venía del
infierno con varios compas ya fallecidos, ellos caminaban como almas sin ruta,
la zona era un manjar para sus delitos, seguían asaltando. Don Toño al verlos
se excitó, aceleró, sabía que tenía que hacer la vuelta del bandido si quería
joderlos, aceleró y se dejó llevar con su máquina, su furia lo cegaba y su
mujer siempre le decía que era un hombre terco y tosco, pisaba el acelerador,
anhelaba tener más velocidad, no sabía si dispararían o no, los golpeó tal como
él quería, luego retrocedió y gritó.
–¡Hijos
de puta!– carcajeó y les tiró de nuevo su vehículo.
Varias
señoras gritaban –¡agárrenlo que acaba de matar a tres muchachos!
Dejó
sus cadáveres en la calle, no sintió remordimientos, aceleró hasta llegar a la
curva, disminuyó la velocidad y no sabía porque se sentía como el general
Carias, sonrió.
Llegó
a su casa con la bolsa intacta del expectorante. Katia estaba dormida, le dio
un beso en la frente, se dirigió a la sala, encendió la TV, se quitó la
chaqueta, recordó lo sucedido y se murmuró a sí mismo –hijos de puta– y sin
saber porqué recordó aquel gol que metió pecho de águila en el mundial 82,
contra España, sonrió y en seguida carcajeó y dijo – ese fue un gran día, todo
el mundo andaba feliz y no habían ladrones, y enseguida se durmió delirando que
el general Carías le gritaba.
¡Eso
Don Toño!